En nuestro país la palabra dada ha tenido siempre un alto valor y ha supuesto un compromiso, que aunque no figurase escrito en ningún papel, era de obligado cumplimiento, al menos para todos aquellos que pretendían considerarse y ser considerados como “personas de bien”.
Por desgracia, estas costumbres y valores están cambiando día a día, en los ciudadanos, y como consecuencia, en los políticos, que no dejan de ser meros ciudadanos, y que aunque debieran ser el ejemplo para los primeros, no siempre es así, al menos en la defensa de los valores.
El ya viejo principio de que “el fin justifica los medios” esta arrinconando la defensa y la práctica de esos valores que constituyen la espina dorsal de la convivencia y pasan a un lugar secundario cuando suponen la renuncia a la obtención de un beneficio particular, por encima del bien común y general e incluso en contra de este.
Aún no ha comenzado legalmente la campaña electoral y ya se empieza a oír frases y promesas, que pronunciadas durante la campaña anterior, fueron reinterpretadas e incumplidas en el periodo poselectoral y esta práctica no afecta a un solo partido sino que, en mayor o menor medida, les afecta a todos.
Se está hablando mucho estos días del coste de la campaña electoral y del cómo reducirlo, pero las preguntas que yo me hago son las siguientes:
¿Para qué sirve una nueva campaña electoral, si creo que más ó menos todos los ciudadanos conocemos “el fondo y la forma” de los partidos que concurren, la validez y compromiso de las manifestaciones y promesas efectuadas durante la campaña son inexistentes y desde luego no vinculantes para quien las pronuncian? ¿Para qué destinar pues tiempo y dinero a algo que muy poco ó nada va a aportar?
La única justificación que encuentro para esta nueva campaña es que todos los que concurren a estas nuevas elecciones, y por supuesto a las futuras, detallen con exactitud y sin generalidades imprecisas que a todo se adaptan, cuales son los objetivos que comprende su propuesta de gobierno respecto de todos los aspectos importantes y cuales los procedimientos que tienen previstos para conseguirlos y desde luego el compromiso de cumplimiento de todas sus promesas y propuestas. Y destinar para ello dos o tres programas televisados, con o sin debates, y dejar así un testimonio fácilmente comprobable. Para ello no hace falta mucho tiempo ni muchos recursos.
Si de algo estamos hartos los ciudadanos es del “donde dije digo, digo diego” al que nos tienen habituados y sería muy de agradecer que la nueva forma de hacer política, a la que muchos hacen referencia, acabase precisamente con eso, entre otras cosas, claro.
José Antonio Virto
TERUEL.