Todavía estamos en medio del “temporal independentista” con el recuerdo fresco de todas las desobediencias e incumplimientos de las resoluciones judiciales por parte de los gobernantes de una comunidad autónoma y las situaciones que estos hechos han provocado, con la debilidad que supone para las instituciones la falta de una intervención decidida tendente a atajarlos de forma rápida y reforzar la legalidad, cuando desde otras comunidades autónomas se llevan a cabo actuaciones que, aunque sin esa aparente gravedad, suponen una nueva carga de profundidad para nuestras instituciones y el poder que representan.
Hace dos días conocimos la sentencia del Tribunal Constitucional que revocaba la resolución de la Junta de Andalucía que establecía una jornada de 35 horas semanales para los funcionarios de esa comunidad, sin entrar ahora en lo que esas medidas por parte de las administraciones suponen de discriminación al resto de trabajadores.
Pues bien, el mismo día de la publicación de esa sentencia ya se anunció por parte de los gobernantes andaluces la “desobediencia e incumplimiento” de dicha sentencia aunque disfrazada de legalidad.
Por parte de dichos gobernantes se anunció que se iban a mantener las 35 horas como “jornada presencial” dejando el resto de horas a las que les obliga la resolución, como horas de “formación” a realizar en el propio domicilio.
Vamos, que si eso no es hacerle la pedorreta a las instancias judiciales, y por qué no decirlo, a resto de ciudadanos, que me expliquen lo que es.
Pues bien, este no es más que uno de los casos recientes. Ayer conocimos otra resolución del mismo tribunal que anula una resolución de la Comunidad Valenciana en la que se “garantizaba la asistencia sanitaria completa” a todos los inmigrantes aunque careciesen de “papeles” y por tanto, residieran en este país de forma ilegal, ya que esto supone invadir competencias del estado.
Pues también en este caso, la intención de acatar la resolución por parte de los gobernantes es nula. Estos se ha apresurado a afirmar que, a pesar de todo, van a seguir garantizando dicha asistencia sanitaria.
Puede que para muchos, estos hechos carezcan de relevancia, pero yo por el contrario considero que son muy graves y contribuyen de forma importantísima a poner en cuestión la obligación que todos tenemos, ciudadanos y gobernantes, estos últimos con mayor motivo, de cumplir las leyes y acatar las resoluciones judiciales.
No pueden seguir permitiéndose estas actuaciones por mucho que sus responsables de escuden detrás de “cargos electos” o de las instituciones. Son ciudadanos, al fin y al cabo, y deben responder de ellas, y a título personal, por iniciativa de los tribunales o por la denuncia expresa ante estos de las autoridades del Estado.
Y sino, ¿para qué están si desatienden esta función fundamental de salvaguarda de la legalidad?
José Antonio Virto
TERUEL.