Estas últimas semanas, como casi todas desde hace ya años, vuelve a estar en la palestra el Tribunal Constitucional, o como se le denomina de forma abreviada, el TC, y lo está gracias a los recursos que se han presentado y a manifestaciones realizadas por algunos de sus miembros.
Según esas manifestaciones, lo urgente de la investidura del President de Cataluña era la admisión a trámite del recurso del Gobierno y la paralización o suspensión cautelar de ese pleno, pero la resolución sobre el fondo del asunto ya no es urgente y llegará cuando llegue.
Son muchos los asuntos que tiene pendientes de dictaminar el TC, y todos ellos en mi opinión muy urgentes, como no puede ser de otra manera cuando hablamos de medidas que pudiesen contravenir nuestro ordenamiento constitucional, pero por lo que se ve, esa urgencia la ven de distinta manera los miembros del TC.
Me sorprendió mucho ver que este tribunal, al menos cuando mantiene reuniones plenarias, inicia la sesión a la una de la tarde, interrumpen la sesión después de dos horas de reunión para ir a comer, y continúan por la tarde un rato, si es preciso, pero tampoco en sesión muy larga.
No sé si esta forma de trabajar es porque tienen un contrato de los que muchos ciudadanos y sindicatos denominan “contrato basura”, o es un contrato a tiempo parcial y mal remunerado o cualquier otra causa, pero creo que para las funciones que tiene asignadas y la importancia de sus resoluciones, sería bueno y conveniente que su forma de actuar fuera otra.
A día de hoy están pendientes resoluciones del TC que se le han solicitado desde hace meses e incluso años.
O bien la capacidad resolutoria de esos insignes juristas designados por los partidos políticos no es la necesaria, o bien la complejidad de nuestra Constitución y de nuestros ordenamientos jurídicos, o su mala calidad, que también podría ser, hacen necesarios largos análisis y debates para dilucidar lo que, en mi opinión, debería ser casi una labor sencilla para cualquiera, si esa norma tiene verdadera vocación de ser comprensible y comprendida por el ciudadano.
Así que, si como parece hay muchos convencidos de la necesidad de una revisión o modificación de la Constitución del 78, anoten también entre las cosas a revisar esta: la de dar una claridad y lógica a la Constitución que evite esta permanente situación de recursos y obligue a los legisladores, centrales o autonómicos, a un mayor rigor y coherencia en las disposiciones que aprueben.
Si lo que concurre también es que esos ilustres miembros del TC no disponen de un contrato y compensación económica acordes con su preparación y prestigio, y una dedicación plena, soluciónese también ese problema, pero esta situación debe cambiar y debe hacerlo cuanto antes.