Nadie puede acusar a los españoles de no ser solidarios. Nada mas lejos de la realidad, pero hay cosas en torno a este problema que sería necesario aclarar y, por qué no decirlo, cambiar, y cuanto antes mejor, porque en caso contrario si que pueden acabar contribuyendo a que sentimientos indeseables puedan arraigar poco a poco en los ciudadanos, como ya está ocurriendo en otros países de nuestro entorno.
Circulan muchas noticias sobre las cuantiosas ayudas que reciben muchos de estos emigrantes, y sin duda, estarán exageradas, pero lo cierto es que somos muchos ciudadanos los que vemos parte de ellas y existe en torno a estas una falta total de información oficial fiable.
Son muchos los organismos, administraciones centrales, autonómicas y locales, así como ONG´s que prestan ayudas a estos emigrantes, pero la sensación es que no existe un verdadero control sobre las mismas, ni una información fiable que garantice un reparto equitativo y justo, ni parece estar claro un plazo máximo para el derecho a la percepción de estas ayudas.
La cuestión se agrava cuando se aprecia que, en muchos casos, las ayudas que reciben son de cuantía y plazo superior al que recibe un ciudadano español. Yo mismo he sido testigo de la afirmación de un emigrante magrebi en el sentido de que su mayor error había sido nacionalizarse español, porque le había supuesto perder ayudas mientras que su mujer, que no lo había hecho, seguía percibiéndolas.
Además, estas ayudas y el miedo a perderlas, les empuja a sus perceptores a la economía sumergida, lo que supone un problema añadido.
Al igual que Hacienda nos controla a todos, debería controlarse totalmente las ayudas de todo tipo que se dan a cualquier persona, evitar la acumulación injustificada de ellas y fijar un plazo máximo para su percepción, sin que se conviertan poco menos que en vitalicias.
Ahora que tanto se presume de transparencia en la gestión pública, deberían hacerse públicos los presupuestos totales destinados a ellas en todos los ámbitos y se debería aplicar el lema de «zapatero a tus zapatos» y no pretender desde cualquier administración atender a fines que no son los que tienen estrictamente asignados, en una especie de carrera por la solidaridad, pero con recursos ajenos.
Solo así se evitará una deriva de rechazo que podría ser indeseable y muy peligrosa.