“Lo que la Ley de Memoria Histórica debería ser y no es”
Hoy, casi ochenta años después de terminada la guerra fratricida de los españoles, no queda casi nadie que la viviera como soldado y no conocemos que viva, al menos yo, ninguno de sus principales responsables y protagonistas, de uno y otro bando.
Los responsables de aquella atrocidad no fueron solo los militares golpistas o los partidos y ciudadanos que apoyaron o secundaron ese golpe, también tuvieron una responsabilidad muy importante todos aquellos que contribuyeron a crear en este país una situación política, económica y social terrible e insostenible, sin que ello pueda en ningún caso justificar nada de lo ocurrido en aquel lamentable episodio de nuestra historia.
Los protagonistas de la transición comprendieron que para avanzar había que cerrar heridas. Había que olvidar rencores que a nada conducen y mirar hacia adelante, a pesar de que en aquel momento todavía vivían muchos de los protagonistas.
Tuvo que venir Zapatero, con un discurso político, social y económico poco tentador, a promulgar una ley que buscaba abrir viejas heridas, en personas que no habían vivido aquellos días y que poco o nada conocían, en su mayoría, de lo que aquello fue, con la idea de volver a recuperar un electorado de izquierdas al que no podía seducir con sus promesas y propuestas.
Los ciudadanos de la actual España nada tienen que ver con ninguno de los bandos de aquella guerra. De hecho, muchos de los que hoy se autodenominan progresistas son hijos de antiguos significados franquistas y nadie les persigue por ello y a pesar de todo hay quien se sigue intentando llevarnos nuevamente por esos derroteros.
Con la ley de Memoria Histórica sus promotores han pretendido recuperar los muertos del bando republicano para darles una sepultura adecuada y de paso, pretenden “avergonzar” a unos ciudadanos de ideología diferente, pero en nada responsables ni continuadores de aquello, como tampoco lo son los militantes de izquierdas, cuando lo correcto hubiera sido una ley para recuperarlos a todos, los de ambos bandos, para darles a todos una sepultura digna y para recordarnos lo terrible que puede llegar a ser la intransigencia, la falta de diálogo y la incapacidad de afrontar metas y objetivos comunes aunque se utilicen diferentes métodos para conseguirlos.

